quinta-feira, 27 de maio de 2010

INTRODUCCIÓN

El GENIO DEL LABERINTO

INTRODUCCIÓN


De esta manera, o bien como “El GENIO, o el GUARDIÁN DE LA CHAPADA”, es cómo me llaman aquellos que a mí se refieren, en las partes más elevadas del altiplano central de ese país tropical que hoy es conocido como Brasil. En realidad no tengo nombre, o puedo tener muchos nombres, porque soy una conciencia colectiva, cósmica, un espíritu que hace varios siglos que dejó atrás su personalidad individual para fundirse con la propia Esencia.

Todas las dimensiones contenidas en el vacío generador esencial son mi hogar y mi ámbito ahora; con sólo pensar en ello, penetro y disfruto, en mi eterno presente, de las bellezas y conocimientos de todas las galaxias existentes y de miríadas de sistemas solares y planetas… es decir, cuando no me dedico a crear mundos y a desarrollar sus evoluciones en billones de seres, hasta que dejo de interesarme por ese desarrollo, reabsorbiéndolo, entonces, en mi centro original, para quedar tan sólo con la síntesis de lo experienciado.

Me encontraba en ese viaje cósmico una inmensurable cantidad de mi tiempo sin tiempo, sumergido en el fascinante aprendizaje infinito y en los continuos descubrimentos y servicios al conjunto en que todas las unidades perceptivas y ejecutivas de la Consciencia estamos ocupadas siempre, desde las más simples y elementales hasta las más complejas y responsables, cuando mi atención se focalizó, simultáneamente, en el lugar donde se había manifestado mi última encarnación individual, justo antes de la ascensión.

Sin dejar de vivenciar intensamente mi existencia junto a mis relaciones presentes en los planos elevados, gracias a mi poder de ubicuidad, yo ya había focalizado y visitado varias veces (a causa de los bellos recuerdos aún conectados a la base de mi memoria consciencial, o porque algún mortal me invocara), aquella mi última tierra, donde el calor del trópico se suaviza, por causa de la altura, para las razas de seres humanos que habitan la superficie externa de mi azul planeta de origen. Se trataba del montañoso territorio de las mil cascadas de la Nación Goiás, la que acogió mi último nacimiento corporal en una de sus tribus, la Tribu de los Cazadores de Venados.


El ser humano que se ocupó de mí como padre, me dio el nombre de Cauí, que había sido el del hombre que lo había iniciado al Conocimiento, a buen seguro un chamán que encontró en uno de sus viajes de aventura al remoto sudeste, en la Tierra Sin Males, frente al Océano Oriental, el paraíso de la Nación Guaraní. Cuando llegué a la adolescência, el Viejo Cauí, maestro de mi padre, que ya no vivía más en un cuerpo, se manifestó en mi interior durante una ingestión sagrada del jugo de la Liana de los Espíritus. Desde entonces, él fue una parte importante de mí, mi Padrino y Guía. Gracias a sus inspiraciones, así como a la buena instrucción de guerrero y chamán que mi padre me había dado, me convertí también, como ellos, en un Hombre de Conocimiento, para, trás purificarme, desaprender lentamente lo aprendido, a fin de despersonalizarme y suprimir cualquier muleta y cualquier condicionamiento cultural, hasta sólo la Esencia quedar en mí.

Llegado a este punto, se extendieron y se ampliaron las cadenas genéticas que me componían, viví el segundo nacimiento en un cuerpo de luz, y pude así, arrastrando conmigo muchos espíritus de mi linaje o conectados a mí por afinidad vibratoria, ascender felizmente a una dimensión y a un aprendizaje superior. Una vez en ella, fui trascendiendo todas las dimensiones densas y no volví a renacer en las limitaciones de la carne y de la mente conectada a la supervivencia de la carne.

Aún así, siempre era interesante para mí, aunque a veces triste, descender con mi pensamiento de vez en cuando a la dimensión que los habitantes de la Tierra llaman Física, focalizar la región donde había vivido como Cauí, y contemplar sus transformaciones.
Pude ver como mis descendientes de la Tribu de los Cazadores de Venados acogían e integraban en sus familias a los hijos mestizados de los primeros hombres de piel blanca que consiguieron llegar a nuestra tierra después de una arriesgadísima expedición desde el Gran Océano Occidental, luego de vencer al poderoso imperio de los Reyes de la Plata. Ellos traían consigo, además de un agresivo impulso guerrero y conquistador y una ambición sin límites, una tecnología material más avanzada que la de los Hijos del Sol, y su propia magia y religión, capaz de concebir un Dios Creador y padre de todas las criaturas, a pesar de pintarlo como temible, punitivo, cruel y celoso.

Sus hijos mestizos pudieron añadir a aquel pensamiento las magias y religiones de los pueblos vencidos por sus padres, que estaban más conectados a la Naturaleza y al conocimiento energético de la vida pulsante de la amorosa Madre Tierra. Trazaron, con él, el primer Laberinto de la Chapada, al pié del Gran Paredón de Roca, en el lugar donde, según había soplado un día el Viejo Cauí dentro de mi cabeza, se encontraba, en tiempos bien remotos, la playa de un gran mar que conectaba las islas de la más avanzada civilización de la Antiguedad.

Aquel Laberinto de sinuosas espirales en forma de ocho era, para sus constructores, una imagen del camino del aprendizaje del hombre sobre la vida, y también un mapa de la región que se extendía a ambos lados del Paralelo Sagrado que cruza la Chapada, desde un círculo masculino, al Sur, que se prolongaba en otro femenino, al Norte.


Lo que ellos no sabían era que también representaba una imagen plana y extendida de los hemisferios terrestres de superficie, que apenas entonces comenzaban a descubrirse y a ser cartografiados por los audaces navegantes de las naciones blancas, así como de los dos hemisferios intraterrenos del planeta, que aún hoy la mayoría de los habitantes de su cáscara ni sospechan que existen, conteniendo grandes culturas iluminadas por un Sol Céntral, como acontece en todos los planetas verdaderamente evolucionados.

También, como yo acabé descubriendo en mi navegar interdimensional por la Gran Malla, el ocho espiral era la forma que mejor describía como cada sistema solar, galaxia o universo local se correspondía con su contraparte en una octava mayor o menor de cosnciencia... como cada cuerda del órgano cósmico contenía su pasaje más armonioso para pulsar la nota siguiente en la Escala de la Música de las Esferas del Verbo Creador... como cada letra de su Lenguaje multiplicaba su sabiduría, amor y poder en la letra siguiente, para crear los nombres-conceptos que, espejeándose unos en otros, construyen los mundos donde el Niño Eterno juega los eternos juegos creativos de la combinación interminable de sus potencialidades infinitas, superando sus propios desafíos, para hacer cada vez más perfecta su Suprema Perfección, la cual es siempre un horizonte ilimitado para el Ser Sin Límites.

Aquel organigrama mágico que había sido trazado sobre el suelo por una mezcla harmoniosa de razas, tocadas por una inspiración que trascendía el parcial saber humano de sus canales, seguía un patrón arquetípico que, de forma semejante, aparecía en el programa básico del Subconsciente Colectivo que conecta las diferentes culturas de cada planeta y del Espacio todo con la Matriz Cósmica unificadora. El Laberinto era un Portal Dimensional, una antena y plataforma sagrada de conexión entre las diferentes franjas de frecuencia en las que vibra el Ser Creador, Uno y Múltiple y, holográficamente, todas sus criaturas, fuera cual fuese el estado de su grado de consciencia, en cualquiera de los Universos Paralelos en que sus vivencias tenían lugar, simultáneamente, dentro del Eterno Presente Espiral e Infinito.

En la medida en que mi conciencia cósmica se ampliaba, y sé ahora que esa expansión jamás acaba, más significación encontraba en el espacio sagrado que aquellos hijos de varias razas habían situado en el corazón del territorio de mis ancestros. Desde entonces, mucho más que cuando aún era un Venadero, un miembro de la Tribu de los Cazadores de Venados, he sentido aquel contenedor de energías de alta convertibilidad como mi base favorita en la dimensión física de los seres humanos que habitan la cáscara del planeta Tierra. Aunque estuviese vivenciando las más intensas experiencias en otras dimensiones, siempre era atraída hasta allí una parte muy sensible de mi conciencia, cada vez que alguien recorría el Laberinto con la auténtica intención de conectar con las partes más elevadas de su ser.

En otras ocasiones pude ver como llegaban hombres blancos armados, procedentes ahora del Sur, y como secuestraban y esclavizaban a los habitantes del altiplano. Estaban ávidos de esas lágrimas doradas que el sol dejaba en nuestros ríos, las cuales intercambiaban en sus lejanas tierras, allende el mar, por poder material. Aquellos astutos aventureros amenazaron a los hijos de la Nación Goiás con hacer arder las aguas de los ríos con su magia de fuego y truenos si no les decían donde había lo que ellos llamaban “Oro”, y después los forzaron a extraer lágrimas de sol para ellos, como si eso fuera la única cosa importante que se pudiera hacer en la vida.


Ante la agobiante opresión que cada vez más crecía, algunas tribus Goiases consiguieron escapar a las espesas matas del Poniente o a las selvas húmedas del Norte, todas ellas zonas extremadamente calurosas, salvajes e insalubres, pero, por lo mismo, de más difícil penetración para los intrusos.

Cada vez que un ser invoca sentidamente a la Consciencia Suprema, no importa con que nombre o método, qualquiera de las consciencias de grado mayor a Ella conectadas, le responde e intenta servir a sus demandas. Por aquella época, usando el Laberinto como Portal Interdimensional, aconsejé a un Hombre de Conocimiento de la Tribu de los Cazadores de Venados, durante sus ritos, que influyera para que todos los Venaderos se desapegaran de sus tierras en la Chapada y aceptaran trasladarse a regiones más distantes y ocultas, a fin de que pudieran disponer de dos o tres generaciones más de libertad, durante las cuales yo los iría fortificando, instruyendo y entrenando en el pasaje a un universo paralelo, donde pudiesen seguir siendo ellos mismos en un nivel más elevado,

Pero los guerreros jóvenes ya se habían visto y reconocido demasiado en el violento espejo de sus enemigos, estaban resentidos y rabiosos y no quisieron escuchar a mi canal cuando presentó el êxodo como consejo de los Ancestros para llegar a una feliz solución. Se rebelaron indignados, lucharon y prefirieron morir defendiendo lo que consideraban suyo, antes que dejarse esclavizar. La cultura de los Venaderos se acabó, y fue sustituida por las haciendas de ganado y las mineradoras de los blancos, que también fueron extinguiendo a los venados, otrora tan abundantes, con sus armas de fuego.

Casi desaparecida la sangre original de los antiguos habitantes originales de nuestra tierra, aunque permaneció, por mestizaje, en los hijos de las mujeres raptadas por ellos, los blancos trajeron para hacer el trabajo esclavo a otros hombres, de piel negra, que habían arrebatado por la fuerza de sus países, en otro continente allende el mar oriental. Durante un ciclo de mi presente eterno, me aparté de aquella sufrida tierra amada donde ya no quedaba casi nada de los míos, y centré mi atención en mundos más sutiles, donde no existía nada parecido a aquella violencia primitiva.


Mucho después, volví a focalizar la Chapada y encontré que el Laberinto ya había sido completamente cubierto por la maleza, y que algunos de los más corajosos de aquellos esclavos negros habían conseguido huir de sus opresores y formado poblados de hombres libres en los valles más ocultos entre las montañas del Norte. Quise ayudarlos, pero ya estaban completamente aculturizados, y su visión interdimensional era bien corta, pues apenas mezclaban los recuerdos más elementales de su propia cultura con la organización y cultura práctica, igualmente elemental, que habían conseguido captar con mucho esfuerzo de sus duros amos. Tras ver que mi comunicación apenas era aprovechada por ellos, me desentendí de nuevo por un tiempo de los asuntos de una dimensión tan pesada, asistiéndoles tan sólo cuando me invocaban con el nombre de sus dioses originales para aconsejarles, preferentemente en cuestiones de salud, y haciendo caso omiso cuando el propósito era venganza, codicia o brujería.

Tampoco quise llamar su atención sobre la reactivación del Laberinto, para que aquel Portal Interdimensional poderoso no pudiera ser utilizado como entrada masiva de las muchas entidades negativas y parasitarias que habitan la infinitud de los planos y de los mundos, dado el retraso y la falta de discriminación y de raíces y valores auténticos de aquel pobre pueblo.

A pesar de que cada vez tenía más claro que la compasión integral era la sabiduría amorosa que conecta todas las partes de la Matriz Cósmica, o sea, que acompañar y comprender las pasiones que conmueven a todos los seres de todos los grados, es la única manera de armonizarse con la Paz Interior del Ser Total, a pesar de la aparente agitación de su superficie... aún había en las partes más básicas de mi conciencia una prevención contra aquella terrible Raza Blanca, la cual sólo se fue diluyendo cuando disfruté del contacto, en las dimensiones más sutiles, con muchos altos y esclarecidos espíritus, que habían tenido a aquella raza de la corteza terrestre como vehículo de manifestación durante muchas encarnaciones, antes de obtener su Ascensión.

Cuando mi atención volvió a posarse, con mayor concentración, en todo el país ahora llamado el Brasil, se estaba consolidando en él un proceso de mezcla de razas y culturas que se destacaba, ante el resto del mundo, por una cierta armonía, a pesar de sus comienzos haber sido tan traumáticos como en los otros países. Las Músicas de las Esferas cantaban que las Conciencias Geniales que dirigían este planeta tenían un Plan especial para el Brasil. Sintonicé con ellas y vine a saber que estaba previsto influir para que la capital de aquella gran nación se trasladara al remoto interior, justo al sur de la Chapada. Se llamaría Brasilia y tendría un destino de Centro de Poder puramente político. En cuanto a la Chapada misma, ella sería la Brasilia Astral, el Centro de Poder Espiritual que aglutinaría a incontables espíritus diferentes, y a sus linajes, a fin de crear la Raza Dorada del Tercer Milenio. Quedé encantado al saber que el territorio de los Venaderos donde yo había nacido como el niño Cauí, estaba llamado a ser la cuna de una Humanidad verdaderamente universal.


Me ofrecí con todo amor para ayudar en tan transformadora tarea, y los Regentes del Plan me fundieron gentilmente con ellos. Desde su omniabarcante visión conectada, pude contemplar como los espíritus más evolucionados de las razas que habían sido vencidas y oprimidas estaban encarnando ahora entre las razas otrora opresoras, y viciversa. Innúmeras entidades procedentes de planetas y dimensiones de elevada consciencia estaban siendo llamados a encarnar en el Brasil, para ayudar a la Tierra a dar un salto cuántico para otro Universo Paralelo donde se vería libre del peso de los espíritus más retardatarios.


Ya por mis ancestros sabía yo que toda la Chapada era un inmenso bloque de cristal que guardaba en sí las memorias más antiguas del Planeta, pero los Regentes del Plan me hicieron percibir el inmenso potencial de aquella enorme placa de resonancia y amplificación energética, para aumentar al máximo las frecuencias vibratorias de cuantos llegaran a ella. Me encomendaron convertirme en Convocador de aquellos humanos encarnados que ya estuvieran listos para llegar al lugar y colaborar en la Gran Transición, la cual coincidiría con la llegada del Sistema Solar completo a una zona de la Galaxia donde su recepción directa de las más luminosas energías de su centro, abrirá un Portal Cíclico, creando una extraordinaria oportunidad evolutiva que sólo se da una vez cada venticinco mil novecientos veinte años.


Acepté con placer, y me concentré en enviar a todas partes del mundo las especiales ondas de los mejores de mis ancestros, que habían quedado impresas en la memoria esencial de mi conciencia, buscando resonancias afines. Muchos fueron tocados por ellas, algunos hasta llegaron a captar con bastante claridad la información de la misión, a pesar de sus condicionamientos culturales, pero muy pocos de ellos tuvieron el coraje y la determinación suficientes para dar el salto desde sus conocidos círculos de comodidad, generalmente situados en grandes ciudades, para aquella remota Chapada, al norte de la Capital Federal que finalmente se fundó.



Sólo conseguí que unos cuantos de los convocados acabaran instalándose en Brasilia, que también fue una ciudad demasiado nueva y funcional, durante sus primeros treinta años de rodaje, insustentable y fraccionada en un archipiélago de excluyentes círculos jerárquicos e ideológicos, con abismos inmensos entre ellos, como para ser sentida como un lugar agradable de vivir, para la inmensa mayoría.

Sólo poco a poco, mi persistencia y la de las muchas entidades de diversas frecuencias y planetas que se unieron al Plan como sus servidores, fueron consiguiendo que distintas personas del Brasil y de otros países recibieran el estímulo, por parte de lo que cada uno de ellos, dependiendo delo que tenía en su cabeza, identificaba como maestros, o guías, o intuiciones, visiones, revelaciones o sueños, para abandonar las grandes ciudades y venir a formar comunidades de crecimiento espiritual y otros emprendimientos en la Chapada de los Venaderos. La mayoría, tras un periodo de efervescencia mística, de mucho hablar y de pocas realizaciones, acababan se desuniéndose y diluyéndose en luchas de ego, fantasías, comercializaciones de la misión inicial, estancamientos en ja rutina, o puro cansancio, porque sus proyectos no conseguían suficiente sustentabilidad, aunque quedaron establecidos algunos Portales Interdimensionales que aún sirven a entidades servidoras del Plan de Ascensión, y otros que más bien dan peligrosas oportunidades de infiltración a entidades astrales o siderales que viven de chupar la energía de los retardatarios.

Este Nuevo Ciclo tiene que ir más allá de las creencias y de los ritos de las religiones, que tienden a jerarquizarse en torno a dogmas y a fosilizarse, de la misma manera que también ha de superar la lentitud escéptica y separada de lo observado, propia de los métodos científicos y del conceptualismo filosófico, ambos ligados a una visión y un lenguaje que sólo sirven para vuelo bajo sobre la tierra densa y para instituir Academias igualmente fosilizadas.

Llegó una época que demanda vuelos de altura, navegaciones siderales e interdimensionales, que sólo puede ser construida por la imaginación creadora, sin prejuicios ni límites, la propia de los más audaces artistas.


 
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